lunes, 20 de junio de 2016

Fundición Averly, Zaragoza.

Feliz lunes!! Esta semana dedicamos nuestra entrada a la "Fundición Averly", para poner nuestro granito de arena y mostrar nuestro apoyo a la plataforma ‪#‎SalvemosAverly‬, quienes están luchando para que este conjunto industrial zaragozano no sea destruido.
‪#‎Averly‬ ‪#‎patrimonioindustrial‬


A mediados del siglo XIX, Zaragoza era una ciudad no muy grande, pero que contaba con una situación geográfica privilegiada, pues era nudo de comunicación entre Madrid, Barcelona, País Vasco y Francia, con una economía principalmente agrícola. La industrialización de Aragón tuvo en esta ciudad su centro neurálgico, gracias a la inversión de las sociedades mercantiles y a la entrada de capital extranjero, se fue consolidando lentamente el tejido industrial.  

Es en este momento cuando Antonio Averly, ingeniero de Lyon, ingeniero de la “Maison Averly” de Lyon, (propiedad de su hermano), funda la “Sociedad Maquinista Aragonesa”, junto a otros ingenieros y banqueros aragoneses, la cual se convirtió en la primera fundición abierta en la capital de Aragón. Instalaron su primer taller dedicado a la fundición y la construcción de máquinas. En 1855 Antonio Averly trasladó estas instalaciones a la calle San Miguel, siendo inicialmente una sucursal de la “Maison Averly” de Lyon. Aquí se encargaban de la realización de catálogos, proyectos, montajes y reparación de maquinaria importada, ya que no contaban con hornos de fundición.

A principios de la década de los setenta del siglo XIX, el volumen de negocio posibilitó a Antonio Averly iniciar una nueva etapa de expansión. En 1875 constituyó la sociedad Juan Mercier y Cia., con Juan Mercier también ingeniero francés, para fundir todo tipo de piezas metálicas y reducir la dependencia de la otra casa. Esta unión pervivió hasta 1880, momento en el que abrió unos nuevos talleres en el extrarradio de Zaragoza, en el denominado Campo del Sepulcro, donde se ubica actualmente. Este lugar era idóneo para el desarrollo de la fábrica ya que había acequias próximas para la producción de energía hidráulica y estaba muy cerca de la estación de ferrocarril. El traslado permitió la modernización tecnológica de las instalaciones, el crecimiento de la empresa y la concentración de todos los procesos de producción, pues ahora sí contaban con hornos propios. Mejoraron los medios de producción y ampliaron el proceso de producción a las secciones de ajuste y calderería, fundición y carpintería. Fabricaron turbinas, mobiliario urbano, así como aperos y maquinaria agrícola, etc.

Averly se convirtió en una industria próspera. En el último cuarto del siglo XIX surgieron las grandes empresas siderúrgicas vascas y Averly abrió una sucursal en Bilbao “Aberly y Cia. Fundiciones y construcción mecánicas del Nervión”, que llegó a tener más trabajadores que la matriz de Zaragoza.

En su etapa de máxima expansión, Averly llegó a emplear a 3 ingenieros y 200 trabajadores con distintos grados de cualificación; participó, obteniendo grandes éxitos, en tres exposiciones nacionales e internacionales y se consolidó como una de las empresas de su género más destacadas de España.

A partir de 1912 comenzó la crisis de la empresa, en la que se hundió aún más durante la Primera Guerra Mundial. Se hizo necesaria una aportación de capital y, aunque la fundición siguió bajo el control de la familia, pasó a denominarse “Averly S.A.”.

La fundición continuó en activo, con altibajos, hasta el año 2011 y sus huellas son visibles por toda la ciudad. De Averly salieron los chapiteles del Pilar, los elementos ornamentales del pasaje Ciclón, las columnas de los soportales del Mercado Central y del antiguo Matadero, las farolas del Coso y de la calle Alfonso, el león del monumento a Alfonso I “el Batallador”, el kiosco de música de la Exposición Hispano-francesa, el monumento al Justiciazgo, la rana del monumento a César Augusto y las del puente de la Almozara, etc.

Se proyectó con una estructura de villa-factoría, siendo el único ejemplo de su tipo que se mantiene en pie en todo el territorio español. El conjunto se compone de varios edificios de construcción homogénea, de estilo ecléctico, con una disposición funcional adaptada a la producción fabril. Destacan varios edificios como la residencia familiar, el taller de maquinaria, el taller de fundición y el almacén de modelos, donde se conservan la mayoría de los objetos fundidos desde la segunda mitad del s. XIX. Destaca también la presencia de un hermoso arbolado, que no se restringe a la zona residencial, sino que se extiende significativamente por toda la superficie libre.

Aunque la marca a día de hoy aún sigue viva, las instalaciones han quedado abandonadas, por lo que gran parte de este maravilloso conjunto de innegable valor patrimonial, cultural y artístico, se halla en peligro. Y es que en el año 2013 la constructora-promotora Brial compró esta propiedad histórica y apareció en los medios de comunicación la noticia del plan urbanístico de Brial para la edificación de 200 viviendas en la parcela de la Fundición Averly.

En contra del criterio de TICCIH-España, Unesco Aragón, Apudepa, Hispania Nostra, el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, la Federación de Asociaciones de Ingenieros Industriales de España, la Real Academia de Ingeniería, numerosos colectivos sociales, así como de catedráticos y doctores de todas las Universidades de España, que apuestan por la declaración de Averly como Bien de Interés Cultural, lo que garantizaría su conservación integral, la DGA limita la protección exclusivamente a 1/3 parte de los inmuebles y a una ínfima parte de los bienes muebles.
Esta protección no sería suficiente ya que el conjunto perdería su sentido y comprensión.

Averly es una auténtica joya, una parte fundamental de nuestra historia contemporánea y son las administraciones públicas las que deben velar por la conservación de un patrimonio que pertenece al conjunto de la sociedad.

+ Info: 








Antonio Averly y su equipo de ingenieros, 1890.









Columnas forjadas en Averly

Primer retrato de la plantilla, 1890

Tarjeta comercia, 1890.









Bustos de los reyes Alfonso XII y María Cristina en los jardines de Averly




Carpintería de modelos

Taller de carpintería

Taller de desbarbado

Fundición

Fundición


Oficinas













lunes, 13 de junio de 2016

El Cable Inglés, Almería

El conocido Cable Inglés, el cargadero de mineral “El Alquife”, está situado en la playa de las Almadrabillas, entre el puerto comercial y el puerto deportivo, en la desembocadura de la rambla de la ciudad de Almería.

Perteneció a la sociedad “Mines anda Railway Company Limited” y fue concebido para utilizarlo como medio de transporte, almacenaje y embarque del mineral procedente de las minas de hierro de Alquife, Granada, por vía marítima. Esta estructura, diseñada como un muelle de agua profunda, permitía al arranque de buques de gran tonelaje, un sistema de almacenaje mineral que, al encontrarse a gran altura, posibilitaba la descarga por acción de la gravedad. Su diseño fue obra del ingeniero Andrés Moche, quien realizó el proyecto en el año 1902, siendo ejecutadas las obras de inmediato y acabadas solo dos años después.

Este cargadero se construyó una vez finalizado el ferrocarril Linares-Almería; con el fin de dar mayor salida a todo el material que llegaba por tren desde la Minas de Alquife y se acumulaba en el Puerto de Almería.

Su estructura en la que se pueden observar dos partes bien diferenciadas. La primera parte sería el sistema de acceso, que consta de un viaducto en la parte inferior, y en la parte superior de un contenedor por el que los vagones descargan el mineral. Este último está formado por una vía que une la estación de ferrocarril con el cargadero, y el cargadero embarcadero a través del cual los trenes podían descargar directamente en la bodega de los barcos. Y la segunda parte sería el muelle embarcadero, de mayor densidad ya que tenía que soportar las cargas de minerales.

Hacia 1900, la empresa que explotaba dichas minas, The Alquife Mines and Railways Company Limited, cuya cede si situaba en la ciudad escocesa de Glasgow, pidió un permiso para construir dicho cargadero, concedido en 1902. El 20 de abril de 1904 el rey Alfonso XIII acudió a la ciudad para inaugurar el cargadero.

Tradicionalmente, cargar un buque con hasta 8000 toneladas de mineral de hierro era una tarea que duraba de 8 a 10 días. Sin embargo, la construcción de este cargadero, permitió que la labor se redujera hasta unas 10 horas, lo cual posibilitó el aumento de la exportación del material. Para llevar a cabo esta labor, los trenes accedían a la parte superior, descargando por gravedad el mineral a unas tolvas de 17 metros de altura y una longitud superior a los 100 metros, albergadas en el interior de la estructura metálica del muelle. La gran capacidad de las tolvas permitía la continuidad de las labores de transporte con independencia de las circunstancias de la navegación, así como el atranque de buques de gran tonelaje. Una vez allí, y de nuevo por gravedad, se cargaría el mineral a los barcos atracados al costado del cargadero a través de unos conductos metálicos retraíbles.

Hacia los años 1920 se inicia un conflicto entre la empresa del ferrocarril y la minera, que casi paraliza su actividad. Hacia 1916, la compañía Bairds Minings construyó otro cargadero 500 metros al sureste; aun así, el Cable Inglés permaneció en funcionamiento hasta septiembre de 1970. Tras la Guerra Civil, la nacionalización lleva a la venta las instalaciones de Agruminsa, filial de los Altos Hornos de Vizcaya. Su uso fue decayendo cada vez más hasta que dejó de prestar servicio hacia 1973.

El Ministerio de Obras Públicas decretó la caducidad de la concesión en 1980, paralizando cualquier posibilidad de uso del cargadero. Aun así, era deber de Agruminsa demoler la estructura, pero una acción de la Dirección General de Bellas Artes de la Conserjería de Cultura en 1984 puso la Declaración de Monumento Histórico Artístico.

Es una obra de estilo ecléctico caracterizado por el uso de los nuevos materiales. Para su construcción se siguió las directrices de la escuela de Gustave Eiffel. Es por ello que, debido a que su tipología constructiva no es frecuente, y por la imposibilidad de recuperar su uso original, ha adquirido una singularidad indiscutible digna de ser conservada. Por estas causas, en 1998 fue nombrado Bien de Interés Cultural (BIC)
Está en proyecto de restauración para alojar en su interior un centro de exposiciones, un restaurante y un complejo de ocio, además de proporcionar un mirador en su parte superior.