lunes, 28 de marzo de 2016

Factoría de la Comisaría Algodonera del Estado, Sevilla

Este complejo industrial lo conforman un conjunto de pabellones cuyos usos eran fábrica textil, almacenes y oficinas de la Comisaría Algodonera.
En 1923 se acordó la adquisición de los terrenos donde había de construirse la factoría de desmontación y de la maquinaria necesaria para su funcionamiento. El proyecto inicial es obra de Lorenzo Ortíz Iríbar, pero es José Espiau y Muñoz el que se encarga de la construcción respetando el diseño de Iríbar en estilo neomudérjar, posteriormente también se le encarga la ampliación de 1935, en un estilo racionalista en la composición general pero con elementos decorativos neomudéjares como rasgos de identidad del conjunto.
Las instalaciones ocuparon en una primera fase 7.000 m2, con: pabellón de oficinas y viviendas, garaje, y almacenes; nave para operaciones y laboratorio; almacén de balas de algodón.
La composición en planta, que Espiau lleva a cabo adecuándose totalmente al proyecto de Ortiz, traza una calle central con dos pabellones a cada lado: la portería, báscula y almacenes, junto a la entrada y almacén para balas de algodón en uno de los lados, con cubierta a dos aguas de fibrocemento y estructura de cerchas de acero sobre pilares del mismo material, y el pabellón de oficinas y viviendas, de planta rectangular de dos pisos, con muros de fábrica de ladrillo y azotea a la catalana, laboratorio y almacén para semillas en el otro, con cubierta a dos aguas con cerchas metálicas. Al fondo de la calle, y en dirección perpendicular a ésta, se instalan otros dos pabellones en paralelo: la nave de máquinas, desmontado y empacado y laboratorios, a dos aguas con cubiertas de fibrocemento y estructura de cerchas de acero, y el almacén para algodón en bruto.
Lo característico del conjunto respecto a otros de Espiau, o de cualquier arquitecto regionalista de su época es la naturaleza urbana del conjunto, ya que al cumplir una función industrial se pensó con racionalidad y la máxima efectividad dentro de un proceso fabril.
Se creó siguiendo el modelo estatal de desarrollo económico de Primo de Rivera, y se dedicó a la implantación de nuevos cultivos, en concreto al desarrollo del algodón. Posteriormente se denominó Instituto de Fomento del Cultivo Algodonero.
En esta Factoría el Estado recogía la cosecha del año y la sometía a las operaciones necesarias para realizar la separación de la fibra de la semilla y obtener aquella en forma de balas, que es en la que sale al mercado algodonero.
La factoría ha sido rehabilitada en los años 90 y actualmente es sede de la Consejería de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural de la Junta de Andalucía.
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Visita del rey Alfonso XIII a la Comisaría Algodonera.

lunes, 21 de marzo de 2016

La fábrica de harinas Ntra. Sra. Del Rosario de Fuente del Rey, Jaén

Comenzamos la semana hablando de otra fábrica de harinas, en este caso la Fábrica de Harinas Ntra. Sra. Del Rosario de Fuente del Rey, Jaén.
El edificio fue construido en 1930, y se encuentra en un lugar céntrico del casco urbano. Está detrás de la casa de los antiguos propietarios, separada de ésta por un pequeño patio, y está formado por un conjunto de edificios bien diferenciados.
El primer edificio es una construcción rectangular donde se encuentra la maquinaria. Consta de dos plantas y un semisótano. La fachada de este edificio, que es la del edificio en su conjunto, da al patio referido y se orienta, al igual que la fachada de la casa de los anteriores dueños del inmueble, a la cabecera del templo parroquial del pueblo. El segundo espacio, transversal a este, es el de nave almacén, con una superficie rectangular más alargada que la crujía anterior, con dos plantas en altura. El tercer espacio es un anejo con diversas dependencias.
Esta industria harinera pertenece a la categoría de fábrica de cilindros, por ser los molinos que funcionaba en ella de este tipo, y de molienda alta, al tener una clasificación de harinas aceptable posibilitada por tener rodillos con una separación gradual. Su actividad fundamental hasta 1974 fue la molienda de trigo (aunque en ocasiones se molía otros granos) de buena parte de la comarca, formando parte del sistema productivo y comercial de la campiña cerealística jiennense hasta los años setenta.
La mayoría de las máquinas de la fábrica se encuentran en el espacio de la molinería, desde el semisótano hasta la planta primera, aunque algunas máquinas que intervenían en el proceso de transformación están en las naves-almacén del edificio.
En cuanto a la época de funcionamiento de la fábrica, no estaba directamente relacionada con el ciclo agrícola, ya que dependía de la demanda. La materia prima principal era el trigo, del que existían distintas variedades, unas 15. Normalmente se trabajaba la mezcla, la cual variaba dependiendo de los distintos pedidos que cambiaban en función de para qué se utilizara la harina.
En esta época fue fundamental el Servicio Nacional del Trigo, ya que era quien vendía dicho cereal directamente y con un precio estipulado. También era el encargado de asignar la cantidad y tipo de producción que debía tener cada fábrica o molino y el que adjundicaba a cada panadería el tanto por ciento de lo que ésta solicitaba. La harina se adjudicaba por núcleos de población, y no necesariamente se adquiría en el silo del mismo municipio.
Aunque, como hemos dicho antes, el funcionamiento de la fábrica dependía de la demanda, solía estar en funcionamiento prácticamente todo el año. El trabajo se organizaba en dos turnos diarios de 12 horas cada uno. En cada turno trabajaban 4 personas: una vigilaba la parte del cernido, otras dos se encargaban del empaque, de llenar los sacos y hacer las mezclas ,y después se encontraba el jefe o maestro harinero, que se encargaba de vigilar todo el funcionamiento de la fábrica.
La fábrica conserva íntegra toda la maquinaria original: motor, cuadro de luces, sistema de tronco de poleas, elevadores, lavadora, cajones de volteo con embudos, sifones con cangilones, deschinadoras, máquina de molienda, noria rociadora, cepilladora, peso, etc.
Este elemento del Patrimonio Industrial Andaluz es de significativa importancia por diversos valores: En primer lugar, por su valor histórico, como testimonio de la variedad morfológica y ecológica que caracterizó a la campiña de Jaén, al igual que a otros medios de campiña andaluza, hasta finales del s. XX. El valor arquitectónico de la tipología de fábrica de pisos, un ingenio de la industrialización que aprovecha por un lado, el suelo situando sus pisos en altura y por otro, la gravedad para los procesos de producción. Por último, por el valor de la ingeniería, de la maquinaria que contiene, íntegra y bien conservada, testimonio del proceso de transformación del cereal en harina desarrollado hasta la crisis del petróleo de 1973.
En cuanto a su protección, se encuentra inscrito como BIC, con la tipología de Lugar de Interés Etnológico.
El inmueble es testimonio de la evolución socioeconómica de dicha comarca y aspira ser en un futuro próximo espacio de difusión y recuperación de las formas de vida y la memoria colectiva de esta sociedad.

+Info: IAPH













lunes, 14 de marzo de 2016

Fábrica de harinas “Santa Cándida”, Córdoba.

Como ya dijimos, cuando hablamos hace ya unas semanas sobre la creación de la fábrica de aceites Carbonell, en 1866 Antonio Carbonell y LLacer funda una empresa familiar bajo su primer apellido, con dedicación al sector agroalimentario, en la que llegaron a coincidir como socios hasta tres generaciones.
Su primogénito, Carlos Carbonell y Morand, sería el verdadero impulsor de la empresa, con quien llegó a ser una de las industrias agroalimentarias más importantes del país. Prueba de su capacidad emprendedora y organizativa fue la fábrica de harinas “Santa Cándida”, instalada en la ciudad de Córdoba y denominada así en honor a su madre: Cándida Morand Bordehore.
Esta fábrica fue comúnmente conocida como “Molino de Carbonell”, y es una construcción decimonónica típica de la era industrial cordobesa. La finca donde se ubica el edificio está situada en la orilla derecha del río Guadalquivir a su paso por la ciudad, en el extrarradio cordobés de la época conocido por “Pago de Lope García”. Concretamente, se debe a Juan de Dios Gómez, vecino de Córdoba, que fue autorizado a construirlo en el año 1834 sobre un molino anterior del s. XVI.
La compañía Carbonell compró este molino que estaba constituido por 7 piedras para moler, 2 presas, boquerón de piedra con su calzada de fábrica, otra boca de desagüe, una extensa presa o azuda, una casa para los molineros y un pedazo de terreno.
La conversión del antiguo molino en fábrica de harinas tuvo lugar entre los años 1888 y 1889, cuando se realizaron en el edificio las obras de acondicionamiento e instalación para la nueva maquinaria con que lo equiparon. Esta primera gran reforma consistió en la instalación de una turbina La Fontaine con fuerza de 35 CV, suministrada por la Casa Averly de Zaragoza, y diversas máquinas empotradas en la base y muro del edificio, con molino de cilindros marca Daverio, lo que convirtió al antiguo edificio en una moderna fábrica de harinas movida por turbina hidráulica.
En 1896 y 1897 tuvo lugar una segunda gran reforma, en el que se ampliaron las instalaciones y la maquinaria, así como obras de rehabilitación de las dos azudas. Se instaló otra turbina más igual a la anterior, y se puso nueva maquinaria procedente de la Casa Daverio, movida por correas y formada por un sistema completo para limpiatrigos y diversos aparatos para la molturación y el cernicio. Así mismo, se colocó una dinamo que, utilizando la misma fuerza de las turbinas, suministró fluido eléctrico para las 20 lámparas que iluminaban el edificio. Se construyeron también 4 grandes depósitos de trigo limpio, uno para el sucio y otro para el trigo ya molido y cernido (harina). Para albergar toda esta nueva estructura se amplió el edificio en 3 nuevos pisos, con el que se consiguió su apariencia actual.
En 1916 adquirió maquinaria de las Casas Daverio y Bühler, consiguiendo una capacidad molturadora máxima de 36.000 kg de trigo a las 24 horas.
La fábrica continuó dedicándose a la producción harinera hasta noviembre de 1967, aunque fue dada de baja definitiva en 1977. La propiedad siguió siendo de Carbonell, hasta el año 1982, cuando fue comprada por sus actuales dueños.
El edificio que ha llegado hasta nuestro días es una nave de 4 plantas más sótano, con 30 metros de longitud por 8 de anchura, cuyo piso bajo, el correspondiente al antiguo “Molino de San José”, ha quedado cubierto por el terreno. Los vanos están todos culminados por arcos de medio punto, a excepción de los existentes en la fachada principal, donde son rectangulares. La edificación se halla formada por dos cuerpos bien diferenciados: uno de mayor volumen con cubierta de doble vertiente a base de teja y otro adosado en forma de torreón con azotea. Por otro lado, el río ha ido cambiando su cauce, ocasionando que la vieja fábrica se muestre actualmente alejada de la corriente
Tiene 2 rótulos en relieve, uno rectangular situado sobre los huecos de la primera planta, y otro de trazado curvo situado en el hastial del edificio indican, con letras de gran tamaño, CARBONEL Y CA, el primero, y SANTA CANDIDA, el segundo.
Hoy día el edificio se conserva en un estado lamentable, y se encuentra inscrito en el “Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz” como B.I.C. desde 2009.


























lunes, 7 de marzo de 2016

"La fábrica de óxidos de Las Infantas", Mengíbar (Jaén)

Antes del ecuador del siglo XIX, la producción minera andaluza se había situado en una posición dominante en el panorama español, que conservó hasta bien entrado el siglo XX, alrededor de la mitad del valor de la producción minera española se obtenía en las minas y las fundiciones meridionales. En 1845, la producción andaluza equivalía ya al 46% del total nacional, porcentaje que se mantenía en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial, en pleno esplendor minero en todo el país. 
La fábrica de óxidos de Las Infantas se encuentra a 20 km al norte de Jaen, en la carretera Bailén-Motril y a 1 kilómetro al norte de Las Infantas, delimitada al este por el río Guadalbullón, al oeste por la carretera 323 y la línea de ferrocarril (1881), ocupando dos parcelas contiguas de los municipios de Jaén y Mengíbar.
El complejo industrial es de principios del siglo XX, y se dedicó a la fabricación de pintura industrial, óleos y acuarelas finas a partir de óxido de hierro sedimentario de la zona de Jaén, que posteriormente era comercializado como Rojo Inglés, el cual gozó de fama internacional por su color y su calidad. En la actualidad, la mayor parte de los óxidos de hierro que encontramos son sintéticos.
Destaca el color rojizo con el que se encuentran teñidos todos los elementos del conjunto, el cuan se encuentra formado por un edificio principal con anexos, un canal de agua y una villa de recreo.
El edificio principal de la fábrica, orientado en dirección este-oeste, está construido con una estructura mixta de muro de carga y pilares metálicos remachados con cubierta de cerchas metálicas, compuesto por tres cuerpos, uno central de mayor altura y cubierta a dos aguas, y dos laterales simétricos adosados al central, de menor altura y cubierta a una agua. Tiene una planta rectangular 25 x 40,5 metros aproximadamente.
La iluminación y ventilación de la fábrica se realiza mediante unos característicos huecos triangulares.
En la fachada principal es donde mejor podemos apreciar la diferencia de altura del cuerpo central con respecto a los laterales, elevándose el frente. El centro se sitúa un gran ventanal partido con dintel en arco rebajado de reminiscencias secesionistas. Sobre él se sitúa un óculo. Los huecos y esquinas de la edificiación se encuentran recercados con ladrillo visto. Los cuerpos laterales cuentan con un hueco de acceso de proporciones rectangulares y grandes dimensiones cada uno.
La vivienda se sitúa al oeste de la fábrica, cercana a la carretera. Es una vivienda de grandes dimensiones y dos plantas de altura en el que el cuerpo central que avanza sobre los laterales. Destaca el singular porche de fundición destinado al acceso. Los huevos de ventanas y accesos se encuentran decorados con ladrillo visto y las esquinas almohadilladas.
El conjunto lo completa un canal ejecutado con sillería que surte de agua a la fábrica y desagua en el río Guadalbullón.
La mecanización y la introducción de sistemas técnicos más complejos permitieron reutilizar los antiguos filones ya abandonados desde época antigua y reactivar a gran escala la actividad extractiva en Sierra Morena. De esta forma el entorno de Jaén se convirtió en una de las principales cuencas mineras de España, con grandes inversiones de capital extranjero y con una eficaz mano de obra procedente de otras zonas mineras ya agotadas. Su gran auge económico se verá truncado a fines del siglo XIX debido a la escasa rentabilidad de las explotaciones (profundidad de los filones, problemas de desagüe) o a su agotamiento.
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· IAPH
· Imágenes Javier Bonilla, Juan de Dios Calderón, III y IV.