Las Salinas de Cabo de Gata, situadas al sureste del Parque
Natural del que toman su nombre, se extienden paralelas a la línea de costa del
mar Mediterráneo y a las estribaciones de la Sierra de Gata, separadas de la playa
por una barrera de dunas y unida a la cadena montañosa por declives pedregosos.
Estas salinas de aproximadamente 400 hectáreas, forman parte
de una zona inundable sin salida al mar denominada Rasa Grande y se sitúan en
los terrenos próximos al faro, junto a la antigua almadraba de Monteleva. Se
formaron durante el Cuaternario y según algunos historiados se cree que
pudieron estar explotadas desde la Edad.
El conjunto industrial lo conforman, una agrupación de
edificios que constituyen en cierta medida un complejo similar a los conjuntos
mineros, con particularidades propias del proceso de obtención de la sal, un
proceso íntimamente ligado al territorio, en este caso al ecosistema húmedo de
marisma, y al clima de la zona. Estas edificaciones serían las instalaciones de
transformación y gestión, charcones o estanques, garbera o montañas de sal,
muros, diques, isletas y playas; locales de almacenamiento, oficinas, y
varaderos y astilleros.
En 1872 las salinas de Cabo de Gata, que habían sido
propiedad del Estado, pasaron a manos particulares, y fueron muchas las
empresas que se ocuparon de ella, llevando a cabo mejoras en las
infraestructuras. La más importante la familia Acosta, quien fundó la empresa
“Salinas de Almería” (1904), también conocida como “Salinera de Acosta”, que
integraba las de Cabo de Gata y las de Cerrillos en Roquetas de Mar.
Ese mismo año comenzaron también la construcción de un
poblado de trabajadores. Éste se levantó sobre un solar en el que existía un
almacén de sal del s. XVIII. Constaba de una vivienda residencial para los
propietarios, casas para los trabajadores y edificios para las oficinas, además
de una iglesia para el culto. Este conjunto urbano estaba rodeado por un
pequeño muro de un metro de alto para protegerlo de la arena, y formado por 30
viviendas. Estaba pensado para albergar a 100 personas en viviendas sencillas y
uniformes.
En estos años la producción de las salinas llegó a 90.000
toneladas anuales, incluyendo las obtenidas en las instalaciones de Roquetas de
Mar. A mediados del siglo XX se planteó la obtención de otros productos como
sulfatos, bromuros y cloruros. Actualmente llegan a producir más de 30.000
toneladas anuales que se venden directamente a Islandia para la conservación
del bacalao.
Las faenas de recolección se realizaban en los meses de
junio, julio y agosto en condiciones especialmente duras. Después de que el
agua se hubiera evaporado en los cristalizadores, la sal (unos 250 gr. Por
litro de agua) era recolectada y transportada en vagonetas hasta su lugar de
almacenamiento, donde era amontonada en montañas al aire libre. Las altas
temperatura, la humedad y el constante esfuerzo físico que suponía empujar las
vagonetas con su correspondiente carga y descarga, unido a los pobres jornales,
hacían que el trabajo resultara una tarea extrema. La sal una vez seca, era
llevada por muleros hacia los puntos de venta y consumo, pero también era
embarcada en lanchones que llevaban la mercancía a los barcos de vela-vapor
atracados frente a las salinas o anclados en la bahía. Llama la atención el
aspecto interior de estas barcas por el color negro de su fondo, debido a la
capa de alquitrán con el que se recubrían para evitar la corrosión de la
madera.
Familias enteras se empleaban en estas tareas, sin descartar
para el trabajo a mujeres y niños. Un gran contingente de trabajadores y
trabajadoras eran contratados, tanto con carácter fijo como temporal. La
fábrica de sal movilizaba a muchas personas y creaba riqueza en la zona.
Carreteros, muleros, forjadores, carpintero… Los pescadores tradicionales
simultaneaban sus salidas a la mar con el trabajo en las salinas.
La Salinas de Cabo de Gata fueron adquiridas en 1989 por el
grupo Begal Solvay hasta el año 1996 en el que pasaron a ser propiedad de la
empresa Salins du Midi et de l’Est, quienes en la actualidad también colaboran
en el mantenimiento del espacio natural.
También se produce en estas instalaciones la Flor de Sal, un
condimento diseñado para un mercado gourmet, un sal de enorme calidad de una
inusual pureza, extraída a mano y madurada durante un año, que goza del favor
de los mercado nacionales e internacionales por su sabor, textura y calidad
natural.
+Info:
A la izquierda poblado de trabajadores, en el centro el embarcadero, y a la derecha fábrica de derivados de la sal.
Recolecta de la sal
Barca en la orilla esperando a ser reparada
Cintas transportadoras
Recolecta de la sal
Recolección de la sal
Trabajadores
Salineros
Salineros
Trabajadores
Trabajadores
Salineros
Amigos frente a la iglesia
Almacén y barrio de los trabajadores
Oficinas
Barrio e iglesia
En la construcción de la Iglesia de las Salinas tuvo una importante participación mi abuelo, Rafael Cañadas Andújar.
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